24 d’abr. 2015

Balada para un alma torturada


Eres más que el cuerpo que te sostiene.

Eres más que el color de tu mirada.

Eres fuego, eres ceniza, eres brasa.

Eres instante que se pierde bajo el tiempo.

Eres eternidad que busca distanciamiento.

Eres cristal, eres ruptura, eres momento.

 

Eres nunca una voz quebrada.

Eres siempre valentía y balada.

Eres, a veces, alma libre y torturada.

 
Texto de Paola García Cantalejo.
Facebook: Paola García

13 d’abr. 2015

El asfalto, tú y yo


Debo reconocer que posiblemente inspirado por agentes externos a mí, tuve un sueño que plasma lo que más deseo en esta vida. Casualmente creo oportuno plasmar dicho sueño este mismo día.

Creo recordar un atardecer anaranjado, el reflejo de unas sombras en movimiento sobre un asfalto oscuro pero brillante. Un sendero sin fin, una recta infinita con un paisaje espectacular a banda y banda. Yo me deslizaba sobre aquel suelo, mis manos en el volante y la mirada fija en el horizonte. Una mano me acarició el cabello y recuerdo que torné la cabeza a la derecha. Estaba ella, mi eterno copiloto, brillando tanto o más que el sol que bañaba nuestro viaje, deleitando mi vista con una sonrisa marcada a fuego en mi mente.

 
Recuerdo el olor del asfalto, el perfume de gasolina que dejábamos tras nosotros, como un rastro de existencia máximo, un signo de identidad que poco a poco la goma de los neumáticos iba gravando sobre el terreno. También tengo en mente el tacto del volante, acariciándolo, formando parte del coche y creando un vínculo entre él, ella, la carretera y yo.

Recuerdo la sensación de adrenalina que se experimenta al acelerar hasta ver como desaparece el paisaje, el sonido del motor haciendo de banda sonora al son de los pájaros que escoltaban nuestro viaje. Siento el tacto de los pedales, la fuerza del cambio, la velocidad de las agujas que marcan mi ritmo. Ver la vida a través del parabrisas y las gafas de sol, vivirla, como dijo aquel gran amigo, “de medio quilómetro en medio quilómetro, cuidando a aquellos que realmente importan… la familia”

Recuerdo todos y cada uno de los detalles de aquel sueño, de aquella historia que está por vivir, de la carrera infinita que me queda por correr bajo el atardecer. Sin límite, sin final, a lo largo de aquella carretera que saciará mi eterno deseo de vivir la sensación de libertad con quien considero mi parte más esencial, la sensación de sentir que puedo despegar a una gran velocidad a bordo de mi más fiel compañero sin que importe nada más que el color del sol que nos arropa y el paisaje que nos acompaña.

7 d’abr. 2015

Carta a mi predecesora

Estimada predecesora:

Ahora que ha pasado mucho tiempo desde aquellos días de inmensa felicidad para mí y de terrible angustia para ti me gustaría explicarte algunas cosas que han pasado por mi cabeza.

Supongo que crees que te robé al hombre de tu vida, al hombre con el que pretendías crear tu futuro. Sé que era tu vida y sé cómo te hacía sentir. Sinceramente, si ahora mismo me pasara lo que te pasó a ti, no volvería a ser yo, quizás en años, la felicidad que cubre mi rostro desaparecería por centenares de días y las lágrimas invadirían mis ojos cada noche. Quizás piensas que soy la típica chica que seduce por su físico, pero te aseguro que soy tan insegura como cualquier otra chica. Estoy segura que en su momento me llegaste a odiar, es más, imagino que todavía lo haces, pero te recuerdo que las heridas del corazón no sanan con simples parches

Debo confesarte una cosa: esa chica que consideras una ladrona no se propuso enamorar al que era tu chico. Esa chica que logró robarle el corazón sin darse cuenta no tenía ni idea de cómo funcionaba esto del amor, no sabía que el amor verdadero es aquel que es correspondido y tampoco sabía que tenía al amor de su vida justo a su lado, cada día, al salir de clase. Pero de eso se fue dando cuenta con el paso de los días.

Quizás, el motivo por el que él se esperaba cada día a mi lado era porque tú no le aportabas todo lo que necesitaba. Quizás no supiste entenderlo, quizás no lograste ni conocerlo. Es cierto que lo conozco desde hace menos tiempo del que tú has llegado a estar con él, pero puedo prometerte que hay situaciones muy duras con las que hemos tenido que lidiar y que nuestras experiencias nos complementan. Quizás hablamos de ciertos temas demasiado abiertamente. Quizás solo soy una niña pequeña a la que ha decidido mimar, a la que ha decidido proteger. Quizás mis brazos han sabido liberarlo de tu atadura.


Debo decirte también que he sentido muchos celos de ti, celos de que hayas pasado tanto tiempo con él, celos de que hayas vivido una vida que considero mía, celos de que tengas ese pasado con él y celos de cada foto que he podido ver.

Pero nuestra vida es totalmente diferente. Somos felices, reímos, reímos mucho. Pasamos las tardes sin hacer nada, haciendo todo. Mirarle a los ojos es de otro mundo. Cuando una lagrima recorre su cara mi alma se rompe a pedacitos tan pequeños que solo se pueden volver a unir con el calor de su sonrisa. Sus caricias hacen que mi piel se altere, pone en guardia todos mis sentidos. 

Estoy segura que mis palabras no sirven de nada, son tan solo ideas que se posaron en mi cerebro un día y decidí plasmarlas. Puede que sean palabras vacías, pero mi corazón no lo está. Jamás me había sentido de esta forma, jamás había vivido lo que estoy viviendo, jamás he querido tanto. Pero si pasara algo, sé que jamás volvería a amar de la misma manera. Él ha hecho que crea en el amor verdadero y si lo que siento se rompiera, nunca volveré a creer en los sentimientos del ser humanos.

Me veo con fuerzas de darte un último consejo: aprende de los errores, vive y deja vivir, regala sonrisas y suelta la cuerda cuando veas que estas tirando demasiado de ella. Porque las relaciones consisten en eso, en estirar y en aflojar.  

Tu sucesora. 

3 d’abr. 2015

Normes socials


- Què fas?

- Mirar

- I per què?

- I per què no?

- Perquè no està bé!

- On ho posa?

- No ho posa enlloc!

- I, doncs?

- Però no està bé.

- I per què?

- Perquè no!

- No és una resposta.

- Perquè això no es fa.

- Qui ho diu això?

- Ho dic jo.

- I qui ets tu per decidir aquestes coses?

- No ho he pas decidit jo.

- I qui ho ha decidit?

- No ho se

- I te’n refies d’algú que no saps ni qui és?

- Tothom ho fa.

- No, jo no.

- Bé no, tu no però...

- Però què?

- Doncs que ho hauries de fer! No està bé mirar-li els pits a una dona.

- Segur que el teu xicot te’ls mira i no li dius que està prohibit.

- No en tinc jo d’això. I no es miren sense permís.

- Bé són una part del cos, oi?

- Si, es clar.

- I, doncs? Perquè puc mirar-te el melic i no puc mirar-te els pits?

- Doncs...

- Perquè ho ha dit algú que no coneixes de res i tu li fas cas?

- Ho ha dit la societat.

- En què quedem?

-Hi ha coses que estan bé i coses que no, oi?

- Suposo. 

- Doncs aquesta no està bé.

- Vull una raó per poder fer-te cas.

- Doncs no la tinc.

- Doncs ho seguiré fent. 

- M’estàs traient de polleguera!

- Per què? M’agraden els pits! 

- Ets uns guarro.
 
- Sóc un guarro si et miro els pits però no si et miro els ulls?

- Exacte. 

- Et dono permís perquè em miris qualsevol part del cos.

- No te’n vull mirar cap! Per qui em prens?

- I per què m’estàs mirant tan fixament els llavis?

- Jo? 

- Els vols tastar?

- Jo, eh, no... 

- Et recordo que acostumes a fer cas a homes que no coneixes...

-  ...

- Tanca els ulls.

- Ha estat bé, oi?

- ...

- Jajaja, repetim?

- Si us plau.
Aquest cop es van besar amb més seguretat i passió que abans, intentant descobrir els secrets que amagava l'altre.  Feia tan sols cinc minuts eren dos desconeguts esperant en una parada de bus i ara, cinc minuts i una curiosa conversa després, s'estaven fusionant en un càlid petó.

- Com n'és d'estrany això, oi?

- I qui diu que això sigui estrany?!

- No comencem un altre cop!!

- Tu i les teves normes socials...

- Calla i besa'm.


Texto de Anaís Cuerva

31 de març 2015

La bolsita de polvos blancos

-¡¿Mamá?! –gritó desde la otra punta de la casa

-¡Dime hijo! –contestó Mafalda en el mismo tono

-¡Me llevo la televisión a que la arreglen!

-¡De acuerdo Marvin, no tardes!

Marvin agarró aquel aparato antiguo y lo colocó sobre el carro de transporte que tenía destinado para ello. Pesaba bastante, por ese motivo se ayudaba de las ruedas del carro. Agarró el mando del electrodoméstico, lo introdujo en una bolsa, y salió a la calle tras dar un portazo. Una leve sonrisa elevó las comisuras del muchacho. No había motivo, 35 años y seguía viviendo con su viuda madre, no tenía trabajo, y su carrera estudiantil quedó aparcada a los 10 años.

Empujando el carro viejo torció a la derecha en la primera esquina, y seguidamente torció a la izquierda en la siguiente que pudo. Se plantó justo delante de una tienda vieja y andrajosa, con el escaparate lleno de polvo y telarañas en los aparatos. Un cartel enrome y con luces de neón se mostraba al frente del establecimiento. “Compra y Venta”, es decir, una tienda de segunda mano. Marvin no dudó en entrar rempujando la puerta con el carro y buscando con la mirada a alguien a quién poder engatusar.

Se respiraba un aire sucio y polvoriento. La humedad se había adueñado de aquel lugar tan tenebroso a ojos de cualquier ser distinto a una araña. Las cucarachas se escondían detrás de los estantes, las manchas de “vete a saber qué” decoraban las paredes y el suelo, y un bocadillo con el pan más verde que de otro color recibía a Marvin en el mostrador. Al fondo, una puerta entreabierta por la falta de una manilla decente llevaba a lo que parecía ser el almacén, dónde aquel que entrara podría encontrarse cualquier cosa menos aquello esperado.

De repente, un chirrido aterrador dejó ver una figura mientras la puerta se acababa de abrir del todo. Lo que parecía ser una sombra oscura se fue convirtiendo poco a poco en un ser, sin cabello, con los ojos medio cerrados y unos dientes amarillentos. Tenía una cicatriz vertical en el lateral del cuello que lo hacía mucho más siniestro. No obstante, levantó la mano derecha para saludar a Marvin mientras dejaba caer una leve sonrisa.

-¿Qué hay Marvin? ¿Otra vez me traes tu viejo televisor…?

-Sí tío, necesito el dinero y no puedo pedírselo a mi madre.

-¿Para qué necesitas el dinero? –preguntó curioso el vendedor.

-Cosas mías Mike, tú dime cuanto me puedes dar por la televisión.

-Pues lo de siempre, el mismo precio por el que tu madre me la va a comprar esta misma tarde. ¿No crees que harías bien en pedirle el dinero y dejar esta tontería de vender y comprar la televisión?

-Me preguntaría para qué quiero el dinero.

-Es que si yo no se la vendiera a precio de compra estaría arruinada… Me vendes este televisor tres veces por semana y ella lo recompra tres veces más. No sé tío, no creo que merezca eso.

-¡Tío! ¡Déjame, cómprame el puto televisor y no preguntes más! –dijo Marvin histérico

-Vale, vale, cálmate…

-Es que cada día la misma charla…

-¿No puedes decirme al menos para qué es el dinero?

-Para invertirlo tío, estoy en un proyecto laboral que me va a salvar la vida.

-Bueno, bueno, si tú lo dices…

Mike hizo lo de siempre, observó el televisor, comprobó el estado del mando, lo sacó todo del carrito, y le pagó a Marvin lo de siempre. Seguidamente se despidieron y Marvin salió de la tienda a un ritmo más bien difícil de seguir. No volvió a casa, se perdió entre los callejones de la ciudad, pero manteniendo ese ritmo alto de camino, mientras el sudor le iba bajando cada vez más en abundancia por la frente. Los ojos se le salían de las cuencas, la respiración cada vez era más angustiosa, y el ritmo cardíaco llegaba a ritmos peligrosos.

Llegó a otro callejón. Estaba exhausto, tuvo que sentarse sobre un cubo de basura para recuperar la calma. De detrás de una escalerilla apareció otro chaval. Iba encapuchado, vestía pantalón ancho y únicamente se le veía una tímida y poco arreglada perilla por debajo de la capucha.

-¿Tienes la pasta? –dijo el encapuchado

-Si… -contestó Marvin casi sin capacidad pulmonar

-¿De dónde la has sacado?

-Le he robado el televisor a mi vieja. No pasa nada, siempre lo recupera.

-Bueno, eso es cosa tuya…

Marvin le dio el dinero del televisor al chaval, y éste le dio una bolsita hermética con una sustancia blanca en el interior. Marvin abrió la bolsita y metió el dedo en su interior, impregnando su yema con aquellos polvos para luego llevárselo a la boca.

-Es buena. –dijo Marvin

-La mejor. Esto te pegará un “chute” que te querrás tirar a tu perro.

-Bien, en un par de días nos volvemos a ver.

-Ya sabes dónde estoy…

El encapuchado se perdió entre los vapores de las cañerías, mientras Marvin se quedó inmóvil, observando con atención aquella bolsita tan inofensiva a simple vista, pero tan corrompida y peligrosa para todos. Una leve sonrisa dejó entrever los dientes de Marvin, una sonrisa que poco a poco fue degenerando en un llanto interno de esclavitud y sufrimiento, ya que sin ser consciente, vivía encadenado a la bolsita de los polvos blancos.